La encuadernación seriada con cifra real de una reina de España se recuperó, con el apoyo de Patrimonio Nacional, en 1992. Sofía de Grecia es la última titular de una iniciativa que asume la prolongación de un compromiso histórico, el de dar continuidad a cuatro siglos de encuadernación artística española. En palabras de María Luisa López-Vidriero, promotora de esta tradición recuperada, “se trataba de enlazar sin nostalgias y de rescatar, solo, la intención. Conservar sin conservadurismo. Sostener la exigencia de ser vanguardia para lograr ser un clásico” (Deka te Basileia: Juego de números).
Las encuadernaciones con cifra real “Reina Sofía” afianzan dos voluntades: por una parte, rescatar un hábito vinculado al coleccionismo áulico, el de distinguir con un símbolo cifrado en la encuadernación al propietario del libro; por otra, hacer de esa costumbre un conveniente escaparate de las artes más significativas, por su ambición artística, de encuadernar libros en cada momento, una manera, por tanto, de exaltar el presente para asegurarse el futuro. Cada encuadernación con cifra real desde el tiempo de Isabel I hasta el de la reina Sofía es representativa hoy porque, en su día, fue una creación innovadora.
La colección de encuadernaciones con cifra real "Reina Sofía"
Convertir el libro en un objeto artístico por su encuadernación es el propósito de esta práctica recuperada. Y dejar un testimonio de las corrientes artísticas representativas de una época vinculadas al oficio de vestir libros. Esta vocación testimonial hace de la colección un muestrario abierto a todas las corrientes estéticas vigentes en su tiempo. El único requisito común al conjunto es el de la excelencia del artista encuadernador. Y una condición reclamada por la Real Biblioteca que acaba siendo también un elemento de indagación estética en sus diversas soluciones: la inclusión de la cifra de la reina Sofía sobremontada por la corona real. No existe un diseño oficial para este motivo de modo que abordarlo con un propósito artístico lo convierte en una prueba de libertad de expresión por parte de cada creador. Interpretaciones tradicionales, más o menos figurativas, más o menos acomodadas a ocupar el sitio esperado en la cubierta, en la guarda o en el lomo del libro, alternan con las recreaciones de la cifra en el propio desarrollo de la encuadernación, en un estuche que contiene la obra, o en un broche que abre y cierra el acceso a la escritura que preserva el ejemplar.