Una vida independiente
En 1591, el marqués de Almazán autorizó a su sobrina a llevar una vida independiente y en 1592, cuando ambos marqueses fallecen, Carvajal comienza una batalla legal para reclamar su herencia. El testamento de su padre contemplaba dos únicos supuestos para su hija: o el matrimonio o el convento, cada uno con su dote correspondiente, pero Carvajal no se sentía cómoda con ninguna de las dos opciones. Por un lado, rechazaba el matrimonio porque le aterraba la idea de intimidad y, por otro, tampoco quería vivir bajo las normas de ninguna orden religiosa y dejar de participar en el mundo. Carvajal eligió un camino que nadie anticipó para ella: vivir sola sirviendo a Dios. Se mudó a un piso en la calle Toledo de Madrid, donde subsistió sin apenas medios con una pequeña comunidad de mujeres que querían probar otras formas de vivir la religión. En los años 90 del SXVI, Carvajal hace varios votos: pobreza, castidad, obediencia y martirio. El dolor que siente es tan intenso, que solo puede ofrecerse completa a Dios. Además, durante estos años, escribe alrededor de cincuenta poemas donde habla sobre la soledad y el amor unido al dolor. Uno de sus poemas más inspirados es el Soneto espiritual nº43, de afectos de amor encendidísimo y deseos de martirio
Esposas dulces, lazo deseado,
ausentes trances, hora victoriosa,
infamia felicísima y gloriosa,
holocausto en mil llamas abrasado.
Di, Amor, ¿por qué tan lejos apartado
se ha de mí aquesta suerte venturosa,
y la cadena amable y deleitosa
en dura libertad se me ha trocado?
¿Ha sido, por ventura, haber querido
que la herida que al alma penetrada
tiene con dolor fuerte desmedido,
no quede socorrida ni curada,
y, el afecto aumentado y encendido,
la vida a puro amor sea desatada?