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Ni matrimonio ni convento: Luisa de Carvajal y Mendoza, una misionera, poeta y mística que luchó por vivir su fe en libertad

En celebración del 8 de marzo de 2025

 

A finales del SXVI, los únicos espacios apropiados para las mujeres eran el matrimonio y el convento. Sin embargo, Luisa de Carvajal y Mendoza logró desarrollar su fe al margen de cualquier institución, desafiando los convencionalismos de la época.

Carvajal nació en 1566 en Jaraicejo (Cáceres), en el seno de una familia de la alta nobleza, y falleció en la embajada de Londres (Inglaterra) en 1614. Su primera infancia fue feliz, a pesar de las largas temporadas que pasó encamada con fiebre. Durante estos años florecieron algunos de los rasgos de su personalidad adulta; cuentan que repartía dinero entre los pobres, se disfrazaba de monje franciscano descalzo y disfrutaba escuchando historias familiares sobre la Reconquista.


La vida de Carvajal dio un vuelco a los seis años, cuando sus padres murieron de tifus y tuvo que mudarse con su tía abuela, María Chacón, al convento de las Descalzas Reales de Madrid. Chacón era camarera de las infantas Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela, hijas de Felipe II. Cuando murió la tía abuela de Carvajal en 1576, acogió a la niña su tío materno, Fernando Hurtado de Mendoza, marqués de Almazán.


El marqués proporcionó a Carvajal una excelente educación y desarrolló su imaginación espiritual. Sin embargo, le introdujo también en prácticas de mortificación de la carne que investigadores contemporáneos como Glyn Redworth consideran abusivas. A pesar de que la niña participaba por voluntad y se sentía muy próxima a su tío, las sesiones se realizaban a escondidas y en contra de la voluntad de su tía en una capilla secreta donde Carvajal recibía latigazos sin apenas ropa.


Durante el Siglo de Oro, la mortificación de la carne era parte de la vida religiosa y se consideraba una vía para alcanzar la santidad. Sin embargo, los jesuitas, orden muy próxima al marqués de Almazán, promovían el cuidado del cuerpo en lugar de estas prácticas. Además, lo habitual era practicar la mortificación a solas o junto a personas del mismo sexo. Se cree que los abusos que Carvajal sufrió de niña fueron el sustrato de sus poesías espirituales y de la vocación de mártir que desarrolló de adulta.

Una vida independiente


En 1591, el marqués de Almazán autorizó a su sobrina a llevar una vida independiente y en 1592, cuando ambos marqueses fallecen, Carvajal comienza una batalla legal para reclamar su herencia. El testamento de su padre contemplaba dos únicos supuestos para su hija: o el matrimonio o el convento, cada uno con su dote correspondiente, pero Carvajal no se sentía cómoda con ninguna de las dos opciones. Por un lado, rechazaba el matrimonio porque le aterraba la idea de intimidad y, por otro, tampoco quería vivir bajo las normas de ninguna orden religiosa y dejar de participar en el mundo. Carvajal eligió un camino que nadie anticipó para ella: vivir sola sirviendo a Dios. Se mudó a un piso en la calle Toledo de Madrid, donde subsistió sin apenas medios con una pequeña comunidad de mujeres que querían probar otras formas de vivir la religión. En los años 90 del SXVI, Carvajal hace varios votos: pobreza, castidad, obediencia y martirio. El dolor que siente es tan intenso, que solo puede ofrecerse completa a Dios. Además, durante estos años, escribe alrededor de cincuenta poemas donde habla sobre la soledad y el amor unido al dolor. Uno de sus poemas más inspirados es el Soneto espiritual nº43, de afectos de amor encendidísimo y deseos de martirio

 

Esposas dulces, lazo deseado,
ausentes trances, hora victoriosa,
infamia felicísima y gloriosa,
holocausto en mil llamas abrasado.

Di, Amor, ¿por qué tan lejos apartado
se ha de mí aquesta suerte venturosa,
y la cadena amable y deleitosa
en dura libertad se me ha trocado?

¿Ha sido, por ventura, haber querido
que la herida que al alma penetrada
tiene con dolor fuerte desmedido,

no quede socorrida ni curada,
y, el afecto aumentado y encendido,
la vida a puro amor sea desatada?

 

Misionera y mártir en Inglaterra


Carvajal encuentra un camino para canalizar el dolor que describe en su poesía en 1598, cuando se muda a Valladolid y entra en contacto con Robert Parsons, el fundador del Colegio Inglés de esta ciudad, que había sido misionero en Inglaterra. La mística se ve seducida por la clandestina comunidad católica londinense y marcha a Londres en 1605. El año anterior había obtenido al fin la herencia de su padre y utilizó una pequeña parte de ésta para el viaje y el resto la donó a los jesuitas. El dinero y la posición social de Carvajal facilitaron su viaje a Inglaterra. Los misioneros solían viajar en comunidad, pero ella marchó sola en pleno invierno y sin hablar inglés. La llegada a Londres fue turbulenta. Al poco de instalarse en la ciudad, tuvo lugar la Conspiración de la Pólvora, una operación que pretendía hacer volar el Parlamento y matar al rey Jacobo I por no defender los derechos de los católicos. Jesuitas cercanos a Carvajal estuvieron involucrados y fueron ejecutados. El Londres de estos hostil hacia los católicos, a quienes multaban, encarcelaban e incluso mataban. El principal refugio religioso de la ciudad era la capilla de la Embajada Española junto a la que se fue a vivir Carvajal. La misionera no tardó en convertirse en un referente para la comunidad católica, a pesar de los constantes intentos del embajador Pedro de Zúñiga para que regresara a España.


En Londres, Carvajal siguió desafiando las convenciones sociales de su época: visitaba a los presos católicos en la cárcel y se enzarzaba en discusiones para tratar de convertir anglicanos. A menudo recibía insultos por no ser ama de casa y había quienes no aceptaban que fuera una mujer y decían que debía de ser un sacerdote disfrazado. A pesar de los riesgos, ella nunca dejó de defender su religión. Fue detenida en dos ocasiones por defender el catolicismo y liberada gracias a la mediación de los embajadores españoles Pedro de Zúñiga y el conde de Gondomar. Sin embargo, nunca se recuperó de las secuelas de su último encarcelamiento y falleció en enero de 1614 en casa del conde de Gondomar. La comunidad católica londinense se volcó en su despedida. Su cuerpo se conserva desde 1615 en el relicario del monasterio de la Encarnación de Madrid.

Legado de Luisa Carvajal y Mendoza custodiado por Patrimonio Nacional


Patrimonio Nacional cuenta con numerosa documentación acerca de Luisa de Carvajal y Mendoza. El fondo más relevante: la correspondencia, los manuscritos, el testamento y el proceso inconcluso de beatificación, se encuentra en el Archivo del Convento de la Encarnación de Madrid, junto a sus restos. Sin embargo, en la Real Biblioteca también custodiamos documentos de interés para profundizar en la vida de esta singular religiosa. 


Nuestro material más importante es la correspondencia de Diego Sarmiento de Acuña, conde de Gondomar, que fue embajador de Inglaterra durante los últimos años que Carvajal estuvo en Londres. Aunque no escribe directamente a la misionera, ésta aparece citada con frecuencia. Por ejemplo, en la carta que el embajador escribe a Joan Idiáquez, del Consejo de Estado de S.M. y su presidente de las Órdenes, se describe la última detención de la religiosa. A continuación ofrecemos una transcripción normalizada de un fragmento de la carta:


“Digo esto por lo que vuestra señoría verá en lo que escribo a su Majestad que nos ha pasado estos días sobre haberle persuadido a este rey que convenía echar de aquí a Doña Luisa de Carvajal y hacer con ella una gran demostración para escarmiento de los católicos diciendo que fundaba un monasterio en una casilla que tiene junto al embajador de Venecia y que tenía ya en él campana y monjas y celdas y que muchas hijas de caballeros ingleses iban allí haciendo el voto sin tener nada de esto fundamento verdadero porque la casa la ha tenido esta señora por estar cerca del campo y ser mejor aquel aire que de esta donde reposo y así no la podemos estorbar que se fuese ella por ocho días según nos dijo diciéndonos que le iba la vida en gozar de aquel aire algunos días.


Allí fueron con gran ruido a prenderla haciendo de ello grandes demostraciones y para librarla fue forzoso que yo las hiciese también.


Dice la señora que la campana la tenía para pedir socorro al embajador de Venecia y al de Flandes que viven allí junto para en caso defenderla de ladrones o de otra necesidad.
Que el traje de sus criadas y el suyo conforme yo no estoy no es ser monjas, sino querer andar galanas y los pechos descubiertos como aquí se usa.
 

Otra carta relevante es la dirigida al conde de la Oliva, capitán de la guarda de su S.M., el 2 de enero de 1614, donde se detalla la muerte de Luisa de Carvajal en casa del embajador. Copiamos un nuevo fragmento con la ortografía normalizada para facilitar su comprensión:


“A mi señora Doña Luisa de Carvajal le ha cumplido Dios lo que deseaba que era morir en Inglaterra y mártir porque hoy ha expirado de una larga enfermedad o muchas causadas todas de su gran abstinencia y penitencia no ha dejado con grandísima ternura y soledad y por otra parte con muy gran consuelo de la paciencia con que sufría sus ataques y las persecuciones que tuvo en este reino y que ayudaron a acabarla y la hicieron mártir y la alegría y contento con que acabó ha sido cosa rara y su vida y su muerte […]”


En las siguientes cartas, el conde de Gondomar trata de organizar el traslado del cuerpo de la religiosa desde la capilla de su casa hasta España, produciéndose éste finalmente en el mes de agosto del año 1616, año y medio después del fallecimiento de Carvajal.
 

Además de la correspondencia del Conde de Gondomar, en la Real Biblioteca contamos con otras obras de interés para estudiar a esta mística:

Por último, contamos con estudios sobre Luisa de Carvajal escritos entre el SXIX y el SXXI. Llama la atención que su figura haya atraído mayor atención entre los investigadores anglosajones: