En el siglo XVI, a raíz de los descubrimientos continentales del siglo anterior, se produjo un desarrollo muy notable de la cartografía. Fue este impulso en función de los intereses arriba referidos y presentes en las grandes políticas de acción de las Monarquías expansivas [Moreno Gallego, “Corona y cartografía: la colección de la Real Biblioteca”, Reales Sitios, nº 187, 2011, pp. 4-29], no solo las occidentales, si bien en Europa era donde las técnicas de impresión para su reproducción estaban más avanzadas.
En el salto al respecto, la imprenta italiana en sus grandes urbes tipográficas (Roma, Venecia, Florencia) jugaron un papel germinal determinante pues el eje de producción cartográfica europea en sus primeras décadas se concentró en ellas. Las dos primeras por la potencia difusora de sus talleres tipográficos, y la última también, pero ésta sobre todo por ser origen del grabado calcográfico, realizado en plancha metálica tras el uso de tacos xilográficos a relieve, uso masivo que continuó décadas conviviendo con el de la plancha para el mapa calcográfico. El origen del grabado en plancha se debió a orfebres florentinos y del sur de Alemania que aplicaron la talla en hueco a superficies metálicas, primero de plata, llamadas nielos, de ahí el nombre de nielleri que se les otorgó, siendo buenos burilistas. Al inicio trabajaron en el XV para joyeros y ya en el XVI para impresores, pero pasaron años hasta que se instaló lo calcográfico en la cartografía, incluso convivieron ambas técnicas como se indica. Si bien los atlas incunables, llamados ptolomeos, son de representaciones en madera pues la cartografía calcográfica es de uso ya en el XVI.
En los mismos descubrimientos finiseculares del XV fue capital la consulta de los ptolomeos pues Claudio Ptolomeo fue el origen del despegue de la cartografía en la búsqueda de la proyección correcta, recuérdese el ejemplar de la Real Academia de la Historia de la edición de Roma de 1478 (Inc. San Román, 2) con posibles anotaciones autógrafas de Cristóbal Colón, aunque no hay total certeza pese a llevar su exlibris manuscrito.
Estos ptolomeos [I/8, I/12], que solían ser comentados o editados literariamente por eruditos humanistas duchos en saberes geográficos, eran precedentes de los grandes atlas del XVI y en ellos bebió Gerard Mercator antes de sus innovaciones. Están en la RB asimismo las dos ediciones singulares, comentadas, que de esta obra hizo Miguel Servet en 1535 y 1541 pues los ptolomeos fueron de uso hasta que en la segunda mitad del XVI se asentó definitivamente la nueva cartografía, más científica, aunque todavía se siguieron imprimiendo, así, de 1574, hay en RB, en V/1947.