Por Germán Masid Valiñas
Pocos saben que este bibliófilo, tan conocido entre los bibliotecarios, los libreros anticuarios o los historiadores de la encuadernación, cuya obra más conocida está aún hoy a la venta en librerías de todo el mundo, no era ningún alto funcionario del estamento bibliotecario, sino un acreditado diplomático que ejerció su carrera durante cuarenta años, entre 1913 y 1953.
Francisco Hueso Rolland nació en Ateca (Zaragoza), el 19 de junio de 1883, en el seno de una familia de industriales. Hijo de Francisco Hueso de la Orden y de Ana Rolland y Paret, la familia era propietaria de una fábrica de chocolates, Chocolates Hueso, fundada en 1862 por el abuelo del bibliófilo, José María Hueso. La industria siguió en manos de la familia hasta que en 1955, año del fallecimiento del diplomático y bibliófilo, fue vendida a Francisco Unzurrunzaga Loinaz. Siempre fueron notorias las dotes de la familia Hueso para la industria y los negocios. El padre del bibliófilo, Francisco Hueso de la Orden, fue un ingenioso industrial que llegó a inventar una nueva técnica para combatir las enfermedades criptogámicas de las vides, según una noticia aparecida por entonces en La Ilustración Española y Americana; un industrial que a principios del siglo XX importó de Francia una nueva tecnología para la fabricación de chocolate. Además de su vinculación a esta industria, la familia se dedicó a la explotación de unas importantes salinas de Guadalajara: Condominio de las Salinas de Imón y de La Olmeda. Cuenta una nieta del bibliófilo que fueron adquiridas en subasta pública por José María Hueso, junto con otros doce copropietarios, poco después del desestanco de la sal (acaecido en 1869). Dicho Condominio, constituido en 1873, siguió perteneciendo a la familia durante más de 130 años, hasta que las participaciones fueron vendidas en 2007. El mismo Francisco Hueso Rolland, ya diplomático, seguía la gestión de estas salinas en la década de los cuarenta.
En cuanto a la rama materna de los Rolland, se sabe que tiene su origen en el sur de Francia, en el pueblo de Guchen, en pleno valle de Aure, zona próxima a la frontera con Huesca. Según Guillermo Rolland Lavilleon, buen conocedor de la genealogía familiar, la rama de los Rolland españoles da comienzo cuando en 1834 un joven francés de quince años se establece en Zaragoza como empleado en una tienda de encajes, propiedad de un pariente. Posteriormente monta en Madrid, en la calle de Preciados, un establecimiento con el que consigue una gran fortuna que le permite montar una casa de banca. Desde entonces, los Rolland estuvieron vinculados en Madrid a la banca, la política y la diplomacia.
Frente a la vocación industrial de la familia paterna, Francisco Hueso Rolland optó por seguir la profesión de los Rolland en el mundo de la diplomacia. Sobrino del diplomático Lorenzo Rolland y Paret (cónsul en Toulouse) y del político y financiero Guillermo Benito Rolland y Paret, era, por tanto, primo carnal del diplomático Roberto Rolland de Miota, cónsul general de España en París (1939-1943), que en los últimos años fue homenajeado por la comunidad sefardita de la capital de Francia en reconocimiento a la protección prestada a los judíos durante la ocupación alemana.
Con estos antecedentes familiares, el 24 de diciembre de 1910 presenta la instancia para opositar a la carrera consular, probablemente orientado por su tío Lorenzo. Estaba entonces en los 25 años, vivía en su villa natal de Ateca, en el palacio que su familia tenía en la plaza del barrio de San Martín, y su profesión era la de abogado en ejercicio. El ingreso en la carrera consular se hace efectivo el 5 de septiembre de 1912 y su primer destino es el de vicecónsul en Tánger. Era el año 1913 y, desde entonces, el mundo árabe y el Próximo Oriente estarán siempre en el horizonte de su vida, ya sea a través de su trabajo, ya en sus estudios de arte y sus aficiones. Desde ese año, y hasta 1953, realiza un largo recorrido por la diplomacia española en el extranjero: Tánger y París (1913), Por-Said (1916) —aunque parece que no llegó a tomar posesión—, Hendaya (1916), La Guaira, Hendaya y Roma (1919), Pau (1925). En 1939 es nombrado cónsul de primera clase en Lyon. El 12 de abril de 1940 es ascendido a Ministro Plenipotenciario de tercera clase y se le destina a la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores en Madrid, puesto en el que permanece hasta 1948. Este mismo año, a propuesta de Carlos Miranda Quartín, Conde de Casa Real, es destinado al Alto Comisionado de España en Marruecos, en Tetuán, ciudad en la que permanece hasta 1952, año en que, amparándose en problemas de salud agravados por el clima del norte de África, solicita el traslado a la sede central de ministerio en Madrid. Por entonces es nombrado Jefe de la Sección de Política Cultural en el Mundo Árabe, de la Dirección General de Relaciones Culturales, institución que por esos años estaba publicando algunas ediciones limitadas, siguiendo la línea de la bibliofilia de la época. Al año siguiente, el 24 de junio de 1953, se jubila en la carrera diplomática.
Este diplomático, historiador, bibliófilo y estudioso del libro, es autor del libro más citado sobre la historia de la encuadernación española, tema en el que adquirió gran renombre. Sin proceder del campo profesional bibliotecario ni del mundo del libro, está considerado como uno de los máximos especialistas en el ámbito de la historia de la encuadernación. Su obra más conocida es Exposición de encuadernaciones españolas, siglos XII al XIX, catálogo ilustrado de la exposición celebrada en 1934 en la Sociedad Española de Amigos del Arte, entidad de la que fue socio. Para la exposición, Francisco Hueso Rolland logró reunir un conjunto de encuadernaciones procedentes de la Biblioteca Nacional, Archivo Histórico Nacional, Archivo Nacional de Simancas, Academia de la Historia, Monasterio de El Escorial y otras que provenían de bibliotecas de bibliófilos como el Duque de Alba, Vicente Castañeda o Félix Boix y Merino. Algunas de las piezas más importantes de la exposición pertenecían a la propia colección del bibliófilo. La obra se distribuyó entre los miembros de la Sociedad Española de Amigos del Arte y se reservó un importante número de ejemplares para la venta. El libro cosechó elogiosas reseñas, alguna del conocido crítico de arte de ABC, Antonio Méndez Casal, también socio de la entidad. En la época se editaron postales con la reproducción de las encuadernaciones expuestas. El libro se encuentra en el catálogo de numerosas bibliotecas públicas y privadas de España y en las bibliotecas nacionales más importantes del mundo: Biblioteca Nacional de España, Biblioteca Nacional de Francia, British Library, Biblioteca del Congreso de Washington, Biblioteca Nacional de Florencia, y en las bibliotecas nacionales de Canadá, Alemania y Portugal.
Sus estancias en París y Lyon le permitieron llegar a ser un gran conocedor de la bibliofilia francesa. Por la correspondencia mantenida con un bibliófilo español sabemos que estaba al tanto de las subastas de libros que se celebraban en París. En la revista El Bibliófilo publicó un artículo donde trazaba la historia de las sociedades de bibliofilia del país vecino, con certeras referencias a las agrupaciones argentinas y españolas de esos años. Publicó estudios sobre arte español y temas del libro y bibliofilia. Perteneció al comité organizador de la Exposición del libro español en Buenos Aires y tuvo un papel destacado en la edición del catálogo bajo el título de El libro de arte en España (Madrid, 1933), en tirada de 1.000 ejemplares, promovida por el Ministerio de Estado. El comité estaba integrado por once nombres relacionados con el mundo del libro y la edición, y Francisco Hueso Rolland participó en ella como representante de ese ministerio, junto con el diplomático Julio Casares Sánchez. En la organización de la exposición coincidió con el director de la Biblioteca Nacional, Miguel Artigas, y con representantes del mundo del libro y la edición: los editores José Ruiz Castillo (Biblioteca Nueva), Julián Martínez Reus (Editorial Reus), Gustavo Gili, Santiago Salvat o Rafael Calleja. El texto más extenso del catálogo le fue encomendado a Ramón Miquel y Planas, y creemos que fue esta exposición la que promovió la amistad duradera entre el bibliófilo y escritor catalán y nuestro biografiado.
Es autor del prólogo de El Arte del Libro en España (Madrid, Real Academia Española, 1941), de Manuel Rico y Sinobas, publicación que mereció el reconocimiento de Ramón Miquel y Planas, José Porter y Gustavo Gili a través de sendas cartas que se conservan en su archivo. El tema de su especialidad era la historia de la encuadernación española, pero escribió en publicaciones periódicas artículos sobre el libro, bibliofilia, castillos, heráldica, arquitectura religiosa y residencias hispanoárabes de Tetuán. En los años cuarenta encontramos artículos suyos en ABC, El Bibliófilo, Bibliografía Hispánica, Boletín de Bibliotecas y Bibliografía, Arte Español-Revista Española de Arte (publicación de la Sociedad Española de Amigos del Arte), Játiva-Boletín del Sindicato del Papel, Prensa y Artes Gráficas, Revista Geográfica Española y Boletín de la Asociación Española de Amigos de los Castillos, de cuya asociación fue uno de los fundadores.
Hizo del mundo del libro y de la organización de exposiciones su segunda profesión, manteniendo una estrecha relación con los más relevantes profesionales del sector: Vicente Castañeda, José Domínguez Bordona, Gustavo Gili, Ramón Miquel y Planas, Josep Porter… Fue promotor y organizador de importantes exposiciones en el seno de la Sociedad Española de Amigos del Arte. En 1932 es elegido miembro de la Junta Directiva de dicha sociedad. Con el bibliófilo se ponían al frente de esta agrupación José Moreno Carbonero, Eugenio d’Ors, José María Sert, Félix Boix, Antonio Méndez Casal, la duquesa de Dato, el Duque de Alba y otros conocidos bibliófilos y personalidades del arte. Desde esta sociedad, y con la promoción frecuente del Ministerio de Estado, promovió importantes exposiciones.
En 1930 interviene en la organización del pabellón de España en las exposiciones de Amberes y Lieja, donde opta por la exhibición de las industrias artísticas frente a la muestra de productos industriales de otros países presentes en la exposición. Expone la colección real de quince tablas de Juan de Flandes, pintor de Isabel la Católica. Para el pabellón español de Lieja colabora en la proyección de una arquitectura de inspiración sevillana, con azulejería y verjas de hierro forjado. En 1931 es enviado como delegado en la Exposición de Arte Español celebrada en Tampa (Florida), actuación por la que es condecorado. En 1935 promueve la Exposición del libro moderno artístico español en la Biblioteca Real de Estocolmo, organizada por la Sociedad Española de Amigos del Arte bajo el patronato del Ministerio de Estado. La comisión organizadora estaba formada por Francisco Hueso Rolland, Gustavo Gili, el vizconde de Mamblas y el conde de Fontanar. El catálogo, en sueco, llevaba un prólogo del bibliófilo y especialista en encuadernación española. Entre las obras expuestas estaban los libros de la colección “La Cometa”, editados por Gustavo Gili, por los que el bibliófilo sentía un especial aprecio.
En 1936 cede una obra para la Exposición de grabados y libros franceses del siglo XVIII, organizada por el Instituto Francés en España; la muestra se celebró en los salones de la Sociedad Española de Amigos del Arte, y la obra exhibida era Les status de l’Ordre du Saint Esprit (París, Imp. Royal, 1724), libro que lleva una encuadernación en marroquín con las armas de Francia. Junto a Francisco Hueso Rolland estaban otros bibliófilos expositores como José Lázaro Galdiano, Vicente Castañeda, Enrique Gutiérrez Roig, Joaquín Ezquerra del Bayo, Alfred Rosset, José Sánchez Gerona o Gregorio Marañón.
Es uno de los organizadores de la Exposición de cordobanes y guadamecíes, promovida por la Sociedad Española de Amigos del Arte; el 10 por ciento de las 325 obras expuestas en esta exposición, celebrada en los meses de mayo y junio de 1943 en el Museo Nacional de Arte Moderno (Palacio de Bibliotecas y Museos), pertenecían a la biblioteca del bibliófilo.
En 1954 también presta algunas de las piezas de su colección para la exposición de encuadernaciones organizada por el embajador de Bélgica y la princesa de Ligne en la Embajada de su país en Madrid. Además de los ejemplares cedidos por los príncipes de Ligne, la Biblioteca Real de Bélgica, la Biblioteca de El Escorial, el Museo Romántico y el Lázaro Galdiano, había otros pertenecientes a colecciones privadas de la Casa de Alba, José María Huarte y del propio Francisco Hueso Rolland. Los libros de la biblioteca del bibliófilo conservan las etiquetas con el número de identificación de todas estas cesiones.
Según la tendencia que comenzaba a seguirse en las exposiciones de la década de los treinta, y de acuerdo a los criterios de la Sociedad de Amigos del Arte, Francisco Hueso Rolland concebía la planificación de las exposiciones bibliográficas con criterios renovadores, dando entrada a importantes coleccionistas privados y a bibliófilos, que cedían sus ejemplares. Por los catálogos de esas exposiciones podemos cartografiar hoy el panorama del coleccionismo bibliográfico y bibliófilo de la época. Él mismo gestionaba los préstamos de las obras que iban a exponerse. En el Museo Lázaro Galdiano se conserva alguna carta solicitando el préstamo de libros con destino a la exposición de encuadernaciones promovida por la Sociedad de Amigos del Arte.
Coleccionista exquisito en la elección de los libros y en el modo de cuidarlos, todo lo que compraba estaba en inmejorable estado de conservación. Todos los libros llevaban su exlibris impecablemente pegado en la contratapa. Cuenta la familia que el bibliófilo guardaba estas marcas de propiedad, junto con las planchas, en un estuche de cerámica firmado por Daniel Zuloaga. Su exlibris reproduce la cubierta del conocido catálogo de la exposición que promovió, sujetado por una mano. El conjunto está soportado por dos leones y lleva la leyenda “Scribere, nobilius, ligare munificentius”.
En su biblioteca había libros de arte, viajes y geografía, historia de la encuadernación y del libro; pero, sobre todo, abundaban las encuadernaciones valiosas y un importante número de obras singulares en la historia de la edición desde el siglo XVI hasta la primera mitad del siglo XX. La serie de encuadernaciones era uno de los conjuntos más sobresalientes: por los catálogos de las exposiciones que organizó pueden conocerse gran parte de estas piezas. El bibliófilo poseía obras con encuadernaciones renacentistas, platerescas, encuadernaciones del siglo XVIII y, sobre todo, encuadernaciones románticas. Tenía una completísima colección de guías de forasteros procedentes de los talleres de Cobo, Sancha, Ginesta o Suárez; algunas, de un valor tan excepcional, como una edición valenciana de 1808 que había pertenecido al Rey José Bonaparte. Pero además de estos modelos, descritos en los catálogos de las exposiciones que promovió, su biblioteca conservaba piezas con firmas de encuadernadores españoles del siglo XX: el catálogo de la exposición titulado El libro de arte en España (Madrid, 1933) se encontraba en la biblioteca del bibliófilo con una encuadernación de Miquel-Rius, en uno de esos modelos de inspiración hispano-musulmana, tan característicos del encuadernador catalán, que al bibliófilo le recordaba el arte mudéjar de su localidad natal aragonesa. De Antolín Palomino tenía una encuadernación en marroquín rojo para La Dorotea, de Lope de Vega, impreso en Madrid en 1886 por la Imprenta de Antonio Pérez Dubrull. Era un encargo del bibliófilo al encuadernador, que llevó a cabo un excelente trabajo, sobrio y elegante, alejado de la sobrecarga decorativa que caracterizaba a algunas de sus obras. Al encuadernador E. García Farach le encomendó el trabajo de su libro Exposición de encuadernaciones españolas. Siglo XIII al XIX. Catálogo-Guía (1934), llevado a cabo en estilo Maioli. Del alemán afincado en Madrid, F. Recht, tenía varias encuadernaciones en estilo mudéjar. En su biblioteca había también obras del madrileño Víctor Arias, encuadernador a quien se dio un homenaje en 1934 promovido por el propio bibliófilo, junto con Vicente Castañeda y el editor José Ruiz Castillo. Podía verse también una edición de La Perfecta casada (Editorial Políglota, 1930) con una excelente encuadernación firmada por Subirana, conocida casa de encuadernación catalana, con dorado del francés Guerin. Algunos de sus libros llevaban encuadernaciones con la firma de P. López, de la Casa Calero, existente todavía en Madrid, en la calle Bárbara de Braganza.
Su biblioteca destacaba por la importancia de algunas obras singulares: Seraphici Doctoris S. Patris Ioannis Eustachii Bonaventurae… Opusculorum Theologicorum… (Venetiis, Apud Dominicum Nicolinum, 1564), de Francisco de Zamora; Palazzi di Roma de piu celebri architetti (Roma, Giovanni Giacomo de Rossi, ca. 1665), de Pietro Ferrerio; Ragguaglio delle Nozze delle Maesta di Filippo Quinto e di Elisabetta Farnese, nata principessa di Parma, Re Cattolici delle Spagne solennemente celebrate in Parma l’anno 1714 (Parma, nella Stamperia di S.A.S., 1717), de Giuseppe Maggiali; Almanaque naútico y efemérides astronómicas para el año de 1839, calculadas de orden de S.M. para el Observatorio Real de Marina de la ciudad de San Fernando (Madrid, Imprenta Real, 1836), con encuadernación en tafilete rojo, del taler de Antonio Suárez; Elucidatio in omnes psalmos iuxta veritatem vulgatae et ecclesiae (París, 1553), de F. Titelmans (encuadernación renacentista). También pertenecía a su biblioteca un manuscrito del siglo XVIII, de valor excepcional, Escuela militar, que enseña a hacer el ejercicio de la Caballería, según ordenanza: con las reglas ciertas para ello reducidas a demostración, y acompañada de las instrucciones más necesarias para la práctica:compuesta por orden de S.M., del día 3 de marzo de 1761, manuscrito inédito de 224 páginas con 22 láminas desplegables, del capitán Ignacio de Ceniceli. Este ejemplar se encuentra actualmente en la Sección de Raros de la Biblioteca Nacional.
Sus fondos incluían también libros sobre derecho, arte, castillos, viajes y geografía. Por lo que se refiere a ediciones de bibliófilo, conservaba las de la Asociación de Bibliófilos de Barcelona, las de la Sociedad de Bibliófilos Españoles, algunos títulos de sociedades francesas de bibliofilia y bastantes obras del boom de la bibliofilia española de los años cuarenta. En ella se encontraban también numerosos títulos de la Biblioteca de Autores Españoles, de Rivadeneyra, así como las ediciones de Montaner y Simón o las ediciones de “La Cometa”, de Gustavo Gili. En los anaqueles de su librería también podían verse revistas de arte y bibliofilia: El Artista (Madrid, 1835), Bibliofilia: recull d’estudis, observacions, comentaris y noticies sobre llibres en general y sobre qüestions de llengua y literatura catalanes en particular (Barcelona, R. Miquel y Planas, 1911) y Arts et métiers graphiques (Paris, 1927). No faltaban libros en francés o de autores franceses: Maurice Barrés, François Mauriac… Como algunos otros bibliófilos, también sentía interés por los mapas originales antiguos y por los grabados con vistas: la edición holandesa del mapa de Castilla, de Blaeuw, y grabados del siglo XVIII, una vista de Madrid y un mapa de Tierra Santa, referencia a la misión diplomática que le había sido encomendada en 1935.
La biblioteca particular de Francisco Hueso Rolland era de las mejores de su época, no tanto por el número de libros, sino por el criterio y gusto con el que seleccionó sus compras para formar una colección. En su biblioteca nada era aleatorio. Era dueño de un fondo selecto, fruto de sus viajes y de su carrera diplomática, de los conocimientos técnicos referidos al libro, de su trayectoria seguida en la Sociedad de Amigos del Arte, del interés y dedicación a la cultura española y de su personal gusto artístico. Poseía importantes y valiosas piezas, pero el principal mérito consistía en haber reunido un conjunto bibliográfico extraordinariamente coherente en el que se reconoce la personalidad, el gusto y la vida de este bibliófilo. Su biblioteca se conserva hoy en día prácticamente intacta en poder de sus herederos.
Mantuvo estrecha relación con varios miembros de la familia Madrazo, de los cuales guardaba obras en su colección: acuarelas de paisajes y motivos árabes, temas tan valorados por el diplomático y bibliófilo. En 1932 Mariano Fortuny y Madrazo le hizo un retrato al óleo. Todos, con dedicatorias que ponían de manifiesto la relación de amistad entre el bibliófilo y la familia de artistas. Estuvo muy vinculado también al ceramista Daniel Zuloaga, de quien guardaba algunas obras importantes.
Desde la Sociedad de Amigos del Arte, y a través de las exposiciones organizadas sobre el libro, Francisco Hueso Rolland llegó a relacionarse con numerosas figuras del arte, del coleccionismo y del mundo del libro: editores, libreros y bibliotecarios (Gustavo Gili, José Ruiz Castillo, Ramón Miquel y Planas, Josep Porter, Pedro Vindel, Vicente Castañeda…), coleccionistas (Duque de Alba, Juan Lafora, Abelardo Linares, Roque Pidal, Teófilo Hernando, Luis Sivaregne, María Boix de Escoriaza, José A. de Weissberger) y a otras personalidades vinculadas al mundo del arte (Marqués de Lozoya, José Francés…)
Fue distinguido con importantes condecoraciones: Gran Cruz del Mérito Civil, Caballero de Isabel la Católica, Oficial de la Corona de Italia, Orden del Mérito Húngaro, Comendador de la Orden de Wasa (Suecia) y Orden de la Mehdauia.
Francisco Hueso Rolland, estudioso de talla internacional de la historia del libro y de la encuadernación española, falleció el 18 de mayo de 1955. Los familiares que lo conocieron lo recuerdan como una persona afable, especialmente acogedora y con muy buen carácter, amigo de sus amigos, muy estricto en el desempeño de su profesión y amante de la vida familiar. Estuvo casado con María Dolores Bidegaín Cabrero Oyarzábal, nacida en La Habana en 1898 y fallecida en Madrid en 1999. El matrimonio tuvo dos hijos, Francisco y Julia Hueso Bidegaín. El bibliófilo fue citado por Alfonso Macaya en su disertación De libros desde el Diluvio Universal hasta el siglo XV (Barcelona, diciembre de 1949) como uno de los consocios de la ABB que daba a conocer los fondos de su biblioteca. Es muy probable que el bibliófilo barcelonés o algunos otros consocios visitaran su biblioteca en el número 4 de la calle de Santa Engracia, en el edificio que pertenecía a la familia.
Francisco Hueso Rolland fue miembro suscriptor de la Sociedad de Bibliófilos Españoles, de la Asociación de Libreros y Amigos del Libro (ALAL) y de la Asociación de Bibliófilos de Barcelona. No contamos con testimonios directos, pero, casi con total seguridad, su inscripción en la ABB se debió a la iniciativa y propuesta de su amigo Ramón Miquel y Planas, uno de los artífices de la creación de la sociedad. Con el número 38, perteneció al núcleo de cincuenta socios fundadores que se dieron de alta en la asociación el 26 de junio de 1944. Su baja voluntaria lleva fecha de 16 de agosto de 1952 y fue cubierta por el doctor Benito Perpiñá Robert. El actual número 38.5. figura a nombre del socio Sergi Gascón Uris.
Fuentes y bibliografía:
- Expediente personal de D. Francisco Hueso Rolland. Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación. Signatura PP 0502. Expediente número 06598. Signatura PG 305. Expediente 24.396.
- Conversaciones con sus descendientes directos y otros miembros de la familia.
- Conversaciones con Guillermo Rolland Lavilleon.
- Referencias hemerográficas de ABC.
- Catálogo-guía: Exposición de cordobanes y guadamecíes: Madrid, Mayo-Junio-1943. Madrid, 1943.
- Exposición de encuadernaciones españolas, siglos XII al XIX: catálogo general ilustrado. Madrid, Sociedad Española de Amigos del Arte, 1934.
- Exposición de encuadernaciones españolas. Siglo XIII al XIX. Catálogo-Guía (1934).
- El libro de arte en España: catálogo de una selección de libros españoles, antiguos y modernos, presentados a la Exposición del libro español en Buenos Aires. Madrid, 1933.
- Hueso Rolland, Francisco: “Las asociaciones de bibliófilos”, El Bibliófilo, mayo, 1945.
- Puig Rovira, Francesc X.: “Els membres de l’Associació de Bibliòfils de Barcelona. Relació històrica”, Anuario de la Asociación de Bibliófilos de Barcelona. 2009-2010. Barcelona, 2011.
- Rico y Sinobas, Manuel: El arte del libro en España. Madrid, Escelicer, 1941.