Por Germán Masid Valiñas
Aficionado a la lectura de biografías en su juventud y lector de San Francisco de Asís, Miquel Saperas cultivó numerosas facetas culturales, siempre comprometido con la literatura y la cultura catalanas. Poeta, ensayista, crítico de arte, conferenciante (Enric Morera, el maestro Nicolau, Verdaguer…), musicólogo, bibliófilo, cronista y biógrafo de artistas y músicos.
El poeta tuvo una intervención muy activa en la vida literaria, cultural y musical barcelonesa: fue presidente de la sección “Artes y Letras” del Casal dels Lluisos de Gràcia.
Desde 1950, sustituyendo a Pascual Boada, ejerció de secretario del Orfeó Català, además de cronista de la entidad, sobre la que escribió El meu llibre de l’Orfeó Català (1962). Posteriormente, cuando en 1968 Joan Antonio Maragall asumió la presidencia, Miquel Saperas fue nombrado secretario honorario y a perpetuidad de la institución.
Su participación fue decisiva en la creación de la asociación “Amics de Verdaguer”, fundada el 20 de julio de 1955. Pese a que era un convencido bibliófilo, el poeta del barrio de Gracia evitó hacer de la asociación “…un cenáculo literario, ni un círculo cerrado y erudito…”, según afirmó en una entrevista concedida a Arturo Llopis (La Vanguardia, 6 de febrero de 1968). El edificio del número 40 del Carrer Nou, una de las dos casas que la familia de Ramona Puntí poseía en Folgueroles, fue el lugar donde trabajó para la creación de la agrupación. La casa era una herencia que su mujer había recibido de su padre, Jordi Puntí Rifá, propietario de la empresa “Puntí i Llobet”, casa dedicada a accesorios de molinería, que terminó por reconvertirse en una empresa de serigrafía que pervivió, aproximadamente, hasta el año 2000. Aunque su vida estaba en Barcelona, Folgueroles fue para el poeta un lugar de refugio apacible. En esta estancia, con vistas al Montseny, escribía en periodos de cuatro o cinco horas, preferentemente de noche, y siempre a mano, hasta que se vio condicionado por los cajistas de imprenta a adoptar la mecanografía. El poeta llevó a cabo una importante modificación en la casa y construyó un estudio en el segundo piso, donde tenía su biblioteca, parte de la colección de pintura y un gramófono para las audiciones musicales, a las que era tan aficionado (recordemos que muchos de sus poemas, editados por E. Climent, fueron musicados por Josep Maria Plà, Antoni Pérez i Simó, Josep Maria Roma o Joan Codina i Vallhonrat…). El poeta era un apasionado estudioso de músicos catalanes: en una ocasión presentó a Manuel Tarín-Iglesias, director del Diario de Barcelona, una serie de originales sobre algunos compositores catalanes, que de inmediato fueron publicados, ilustrados, en el periódico que dirigía. Este conjunto sería recogido en el libro Cinc compositors catalans, estudio sobre los músicos Antoni Nicolau, Amadeu Vives, Lluís Romeu, Joan Lamote de Grignon e Isaac Albéniz.
Hombre de profunda amistad y numerosas relaciones con gente de la cultura, tuvo especial vinculación con otro poeta, Jaume Rosquellas Alessan, con quien mantenía numerosas coincidencias: los dos estudiaron en el colegio de San Juan Bautista de la Salle, los dos participaron en los juegos florales de los años veinte y treinta, ejercieron la profesión de contables, fueron poetas gracienses, y los dos, miembros de la Asociación de Bibliófilos de Barcelona.
Fue asistente incondicional a las tertulias literarias barcelonesas. Albert Manent lo cita entre los integrantes de la peña literaria a la que asistía junto a Josep Maria Guasch, Joan Ollé i Rabassa, Octavi Saltor, Joan Escofet i Soler… (La Vanguardia, 15 de agosto de 1989). Sempronio lo sitúa también en una tertulia poética en un bar de la calle de la Guardia en compañía de Sebastián Sánchez-Juan, Sebastià Gasch, Carles Sindreu, Juan Alsamora, Julio Garcés o Ricard Permanyer… Él mismo nos cuenta también su pertenencia a otra tertulia, “La peña del Oasis”, presidida por el novelista Joan Oller Rabassa, a la que asistían el ceramista Josep Guardiola Bonet, Ramón Vinyes, Juan Ots, el poeta y pintor Gimeno Navarro, el novelista y comediógrafo Rosich Catalán, Josep Maria Guasch, Joan Llongueras, Alfonso Maseras, o el novelista Prudencio Bertrana. El mundo de las tertulias tuvo su prolongación en las reuniones que celebraba en su casa del número 29 de la calle de Tavern, donde tenían lugar importantes veladas poéticas y musicales, sobre todo en invierno. Solía celebrar una cada mes y a ellas asistían unas veinte o treinta personas. Por allí pasaron poetas, músicos y artistas. Entre estos, era frecuente la presencia de los hermanos Oslé, Miquel y Lluciá, escultores a quienes se debe la imagen de la Virgen que corona la cúpula de la Basílica de la Merced y algunas otras obras emblemáticas de Barcelona.
Fiel seguidor del arte de su tiempo, asistía a cuantas exposiciones de pintura se celebraban en la capital catalana. Confeccionaba una especie de estadillo con las fechas y programas de todas las exposiciones que se celebraban en su ciudad. En Breviari d’amor habla de las visitas en su juventud a las Galerías Layetanas y a la Sala Parés, en compañía del amigo que protagoniza su obra poética más conocida. Por muchos años siguió frecuentando ésta última, la conocida galería de la calle Petritxol, en animadas conversaciones con los Maragall. Su colección de pintura, adquirida en sus visitas a todas estas muestras, guardaba firmas de autores muy diversos. Es muy conocido el retrato de Verdaguer, debido al pintor Víctor Moya, que tenía en su casa de Folgueroles. En su despacho había también un retrato de Guillermo Fernández-Shaw y otro de Arturo Llopis, pintado en 1970 por Luis García Oliver. En algunos de sus libros pueden verse reproducidos cuadros de su colección, encargados a los numerosos artistas con los que se relacionaba. Mantuvo una estrecha amistad con el ceramista graciense Josep Guardiola Bonet que, cuando en 1937 marchó contratado a Sevres, le dejó como depositario de sus finanzas y de su taller. De su gran amigo tenía una importante colección de cerámica. Para su casa de Folgueroles le encargó una placa de la Virgen que situó en la fachada. Miquel Saperas apreciaba especialmente una de sus obras, el azulejo San Jorge, comprado por cincuenta pesetas en 1922. Por otro de sus libros, Entre la soledat i els llibres, conocemos algunas otras obras de arte de su colección. Valoraba especialmente las tallas, sobre todo, las de tema religioso, y tenía importantes esculturas de autores catalanes: Refugiada, de Viladomat; Vasc, de Manolo Hugué; La Verge i l’Infant, de Víctor Moré; Sant Francesc, de Francisco Carrasco Font; Rut, bronce de Josep Maria Camps i Arnau, escultor imaginero del barrio de Gracia. Por esas mismas páginas sabemos también del aprecio que sentía por La Verge del lliri blau, cuadro comprado a Doris Belshaw, pintora inglesa que por esos años exponía en el Instituto Británico y que había sido presentada al poeta por Marià Manent.
Comenzó su carrera literaria con dieciocho años, en 1916, año en que fue uno de los autores premiados en los Juegos Florales organizados en Reus por el Patronato Obrero de San José y por el Semanario Católico. Pero quien lo descubrió como poeta, fue el pintor Alfredo Opisso ―que cuarenta y cinco años más tarde ilustraría su libro Circ: poemes―, al difundir su nombre en una crítica publicada en La Vanguardia el 21 de junio de 1922, donde comentaba la aparición de su obra L’Espiga (1921), salida en Vilanova i Geltrú de la Imprenta Social de Josep Ivern Salvó. Fue premio extraordinario en los Juegos Florales de 1929 y en los de 1934 recibió el “Dolors Montserdá”. En 1937 se presentó al “Joaquim Folguera”, concurso literario de la Generalitat ganado ese año por Josep Lleonart. En las décadas de los cincuenta y sesenta fue miembro del jurado en varios certámenes literarios y juegos florales.
Su obra poética siempre consiguió en La Vanguardia críticas elogiosas de Guillermo Fernández-Shaw, Arturo Llopis, Luis Valeri, José Tarín-Iglesias y, sobre todo, de Miquel Dolç. Algunos de sus libros más importantes fueron traducidos al castellano. Salvo Breviario de amor(Barcelona, 1939), con traducción de Valentín Moragas Roger, y L’Amor en la Mare de Deu, traducido por el padre Juan Bautista Beltrán, el resto de sus obras salió en versión de Guillermo Fernández-Shaw: Canciones (Barcelona, Delos, 1966), Carlos de Viana (Pamplona, Leyre, 1943), Paisajes (Barcelona, Edit. Políglota, 1941), Piedad (Barcelona, Luis Miracle, 1939) y Poemas de Italia (Barcelona, Delos-Aymá, 1966). Guillermo Fernández-Shaw, que fallecía en 1965, no llegaría a ver impresas las traducciones de dos de sus obras: Canciones y Poemas de Italia. Poeta y traductor estaban unidos por una consolidada amistad. El periodista madrileño, corresponsal en Madrid del Diario de Barcelona, lo visitaba con frecuencia en su domicilio de la calle Tavern. Cuando el poeta visitaba Madrid, solía encontrarse con su amigo y traductor en los cafés de la Gran Vía. Los dos tenían bastante en común, su pasión por el teatro y el interés por el músico Amadeo Vives, para quien el periodista madrileño había escrito libretos. Se habían conocido personalmente en 1940 en el restaurante “Oro del Rhin”, en una comida a la que el poeta había invitado también a Valentín Moragas y al pintor Víctor Moya. De su amigo y traductor conservaba Miquel Saperas en su archivo un epistolario de 101 cartas, casi todas manuscritas.
Vivencial y autobiográfica, su poesía es un recorrido intimista, y extraordinariamente benévolo con todos los protagonistas que recorren sus libros, por su propia experiencia vital. En su obra —y como no sucede con la de casi ningún otro escritor— aparece siempre en primer plano la propia biografía y la de sus seres más cercanos. Breviari d’amor, donde glosa la desaparición del amigo de juventud, y Breviari de dolor, donde está presente la figura de su sobrina Carlota Vidal Puntí, fallecida hacia 1943 a los diecinueve años, son dos claros ejemplos. En Llantió d’argent—cuya lectura se celebró en la conocida tertulia de Josep Iglesias— construye un poemario biográfico protagonizado por gentes que pertenecían a su entorno más próximo: sus hermanas Elisa y Miquela y su sobrino Pere Vilaplana Puntí; los poetas Prudencio Bertrana, Joan Llongueras, Joan Maria Guasch o Elisabeth Mulder; sus amigos Josep Porter, Guillermo Fernández-Shaw o Josep Guardiola, y son muchos los pintores que aparecen en los poemas del libro.
La poesía y la bibliofilia marcaron toda su vida literaria. Además de adquirir todas las ediciones de bibliofilia en catalán, casi todo lo que escribía lo publicaba en ediciones de bibliófilo. Las mayoría de sus obras eran autofinanciadas; algunas salieron bajo el pie editorial de las casas características de la bibliofilia barcelonesa de los años cuarenta: Torrell de Reus, Estel-Maria Montserrat Borrat, Josep Porter (librero al que le unía una especial amistad, y cuya librería frecuentaba) o Joan Jutglar. Como felicitación de Navidad de 1961 publicó su Petita historia de la meva biblioteca, conferencia dada en la Asociación de Bibliófilos de Barcelona, donde realiza un itinerario, de corte más bien sentimental, por la evolución de sus hábitos de lectura, aunque nada dice acerca de los títulos que formaban parte de su biblioteca. Unos años antes, en 1955, había publicado otro título en el que el libro cobra protagonismo: Entre la soledat i els llibres.
Las tiradas de sus libros eran de 300, 400 o 500 ejemplares, siempre impresos en papeles de hilo, numerados y dedicados. Hacía tiradas especiales cortas y los primeros cuatro o cinco ejemplares se tiraban en papel japón. Para ilustrar sus libros eligió siempre a artistas que no eran de primera línea, pero que tenían una marcada impronta catalana: Jaume Guàrdia, J. M. Nuet Martí, Andreu Fonts, Joan G. Junceda, Ramon Borrell, Alfredo Opisso o Antoni Gelabert. Salvo Llantió d’argent, ilustrado con aguafuertes de Ramon Borrell, el resto de sus obras llevan preferentemente xilografías, arte que estaba muy en consonancia con la tradición gráfica catalana. Casi todos sus libros estaban impresos en el obrador de Altés, imprenta que el poeta visitaba con frecuencia para hacer personalmente los encargos.
Entre los ejemplares más valiosos de su biblioteca estaban sus propias obras, encuadernadas por Brugalla. El poeta encargaba al artista barcelonés la encuadernación de todos los libros de los que era autor, y siempre que el artista realizaba alguna exposición, pedía en préstamo sus ejemplares al poeta. Entre algunas otras, son muy conocidas las encuadernaciones de Poemas de Italia (con decoración en mosaico y filetes en oro y platino) y Sinfonía de Nadal (con escenas navideñas en mosaico).
En los años cincuenta incrementa su dedicación al periodismo, con colaboraciones en El Correo Catalán, y a finales de los sesenta, en La Vanguardia y Diario de Barcelona. Aunque su interés por el periodismo le venía de lejos; en los años veinte había sido director de dos cabeceras: La veu gracienca: revista setmanal illustrada (1922) y L’Idea: revista d’arts (1920-1921). A través de las páginas de La Vanguardiaejerció de cronista de la memoria cultural de su tiempo: “La peña del Oasis” (15 de abril de 1967), “La vida y la muerte del excepcional ceramista José Guardiola Bonet” (10 de septiembre de 1967). Sus artículos periodísticos tenían un lenguaje vivo y ágil, con descripciones precisas de personajes, llenos detalles eruditos, y bien documentados, con un estilo muy actual.
Persona generosa, dejó abundantes dedicatorias en sus libros (a numerosos miembros de la Asociación de Bibliófilos de Barcelona, o a hombres de la cultura como Josep Cruset, Félix Millet i Maristany, Miquel Batllorí o Joaquín de Entrambasaguas…). Es extraordinariamente copiosa la relación de los destinatarios. Los libros de su biblioteca también estaban llenos de dedicatorias de poetas o escritores como Agustí Esclasans, Carles Fages de Climent, J. Tharrats, Joan Arús, Manuel Bertran i Oriola, José Tarín-Iglesias… Era un hombre de fidelidad con sus amistades.
Nacido en el seno de una familia humilde ―en un cuarto piso, en el número 7 de la plaza de la Virreina, donde vivió hasta que se trasladó en sus primeros años de matrimonio al hotelito de Juan Blancas 10, propiedad de la familia de su esposa―, ejerció de contable en varias empresas de Barcelona hasta que fue contratado como director comercial de la casa textil “Guillermo Raebel, S. A.”. Miquel Saperas dijo de sí mismo que era “gerente, cajero, contable de muchas compañías”. Y el prologuista de su libro Veredas y celajes comentaba que “… llegó a director de fábrica textil y pasó a regir empresas y negocios”. Este fue su medio de vida hasta su jubilación, ya que su vida de escritor nunca le reportó beneficios económicos.
Persona de acentuada religiosidad, sus últimos años discurrieron firmemente vinculados al pueblo tarraconense de Tarrés, donde se estableció la Comunitat de Jesús ─inspirada en la espiritualidad de Charles de Foucault─, cuyo fundador fue su sobrino Pere Vilaplana Puntí, heredero universal de todos los bienes de la familia Saperas Puntí. A esta institución religiosa fueron a parar su biblioteca, el archivo y su colección de pintura. Las ediciones de felicitaciones de Navidad que le dirigían sus consocios fueron puestas a la venta, como sucedió con los libros de otros muchos bibliófilos, en una librería barcelonesa.
Hombre modesto y dadivoso, de actitud bondadosa y elegante, Miquel Saperas falleció el 21 de junio de 1978. De su matrimonio con Ramona Puntí i Soler no dejó descendientes. El último de sus domicilios estuvo en el número 3 de Travessera de Dalt, un piso más acomodado, muy distinto de aquel otro tan amplio, del número 29 de la calle Tavern, que le recordaba los días de veladas literarias y conciertos de música. En él vivió sus últimos años en compañía de su hermana Elisa y de su esposa, que falleció en 1985 a los 92 años. Integró el núcleo de cincuenta socios fundadores y formó parte de la asociación, con el número 34, desde el 26 de junio de 1944 hasta su baja voluntaria, el 7 de marzo de 1972.
Fuentes y bibliografía
- Conversaciones con Teresa Forcada i Flaquer y Jordi Vidal Puntí, sobrinos del poeta.
- Referencias hemerográficas de La Vanguardia.
- Manent, Albert: “Tertulias literarias clandestinas”, La Vanguardia, 23 de noviembre de 1994.
- Puig Rovira, Francesc X.: “Els membres de l’Associació de Bibliòfils de Barcelona. Relació històrica”, Anuario de la Asociación de Bibliófilos de Barcelona. 2009-2010. Barcelona, 2011.
- Saperas, Miquel: “La vida y la muerte del excepcional ceramista José Guardiola Bonet”, La Vanguardia, 10 de septiembre de 1967.
- Saperas Auví, Miquel: Entre la soledat i els llibres. Barcelona, Imprenta Altés, 1955.
- Saperas Auví, Miquel: Petita història de la meva biblioteca. Barcelona, Imprenta Altés, 1961.
- Saperas Auví, Miquel: Veredas y celajes: ensayos. Barcelona, José Porter, 1976.
- Tarín Iglesias, José: Vivir para contar: medio siglo entre la anécdota y el recuerdo. Barcelona, Planeta, 1982.