Introducción

La edición aldina más antigua conservada en la Real Biblioteca corresponde al Organum de Aristóteles (1 de noviembre, 1495), su cuarta publicación desde que por primera vez estampara «litteris ac impensis Aldi Manutii Romani» unos meses antes, al pie de los Erotemata de Lascaris (8 de marzo, 1495). Su último trabajo como impresor, un Lucretius dedicado a Alberto Pio di Carpi, que era una segunda edición corregida de la publicada en 1500, está representado en la Biblioteca por un ejemplar que perteneció a Jerónimo Comares «et amicorum». El último libro debido a la industria de Aldo Manuzio nos deja también un testimonio admirable de lo que fue un empeño constante en su trabajo como editor: la diligencia por ofrecer textos correctos de los clásicos. En la epístola dedicatoria, Aldo lamenta su falta de salud, que le impide acompañar a Andrea Navagero en las labores de colación de la que juzgaba la más digna edición del De rerum natura que se hubiera hecho hasta la fecha. Una enfermedad de meses, que acabaría con su vida, le privaba de la dicha de alcanzar juntos un «Lucretium pleniorum» (*iir).

Ofrecemos un catálogo abreviado de estas veinticuatro ediciones ordenadas cronológicamente. Al final de cada registro se incluye un vínculo que permite acceder a la base de datos bibliográfica del Patrimonio Nacional y completar la información que no se consigna aquí, limitada a informar de los elementos básicos que permiten identificar cada edición: autor, título, pie de imprenta y signatura. Dentro de los datos de ejemplar, únicamente se destacan aquí los relativos a la procedencia y, a modo de introducción al conjunto de ediciones aldinas conservadas en la Real Biblioteca, se ofrecen unas breves notas que amplían la información consignada en el catálogo.

La procedencia de los ejemplares aldinos conservados en la Real Biblioteca es variada. Los grupos más numerosos corresponden al humanista Diego de Covarrubias y Leyva  [núm. 4, 5, 17, 21] y al embajador de Felipe III en Londres, Diego Sarmiento de Acuña, I conde de Gondomar [8, 10, 15]. De la particular historia de varios de los ejemplares hasta su ingreso en la Real Biblioteca nada sabemos, porque carecen de marcas de propiedad o de otros indicios materiales que pudieran relacionarlos con antiguos posesores.

En aquellos casos en los que la información sobre la procedencia no deriva de una antigua marca de posesor, o de una signatura topográfica identificada, es preciso recurrir a elementos menos concluyentes para reconstruir la procedencia del ejemplar. El estilo de la encuadernación original puede permitirnos algunas conclusiones sobre el origen, o al menos el entorno del libro en algún momento de su trayectoria, como ocurre con los comentarios de Ammonio de Alejandría sobre Aristóteles [13]. De forma más tangencial, también las reencuadernaciones a las que fueron sometidos la mayoría de los ejemplares a su llegada al Palacio, orientan sobre posibles vínculos entre esos libros carentes de información sobre su procedencia y otros bien documentados en la medida en que comparten encuadernaciones que reproducen hierros y motivos ornamentales identificados de diversos encuadernadores reales cuyo trabajo sobre determinados fondos es posible acotar. El lector tendrá acceso a la descripción de las encuadernaciones a través del enlace ofrecido al final de cada asiento. Por último, del antiguo posesor de varios de los ejemplares aldinos no tenemos más noticia que la de un nombre anotado en una guarda: Leon de Villie [19] o Jerónimo de Comares (et amicorum) [24], este en un ejemplar de Lucrecio con abundantes anotaciones que parecen corresponder tanto a su mano como, tal vez, a la de alguno de sus amigos. Pero al menos, la presencia de un nombre sobre una guarda ha servido para documentar la existencia de un antiguo propietario y contribuir a su posible identificación al incluirlo en una base de datos de ex libris en línea.