Por Germán Masid Valiñas

Carlos Martínez Barbeito y José Manuel López Balboa —diplomático, bibliógrafo, editor-impresor, coleccionista y bibliófilo— son los dos únicos suscriptores gallegos entre los miembros fundadores de la Asociación de Bibliófilos de Barcelona.

Sus compras, ventas y transacciones de libros están en el anecdotario de la época entre bibliófilos y libreros. Julián Barbazán Beneit recoge algunos de estos episodios en sus memorias, pero se conocen otros: Antonio Rodríguez Moñino llegó a pagarle 3.000 pesetas por un libro que él había adquirido al precio de 540 un año antes. Antonio Carreira describe la procedencia y el trayecto seguido por esta pieza bibliográfica: se trata de Poética Silva, manuscrito que perteneció a la biblioteca de Campomanes y que posteriormente pasó a la de Roque Pidal. Al venderse la biblioteca de este último, el libro fue comprado por José Manuel López Balboa, quien lo revendió a Rodríguez Moñino. Actualmente se encuentra en el legado que el escritor extremeño cedió a la Real Academia Española. El manuscrito fue publicado en 1949 por Castalia, editorial para la que trabajaba Rodríguez Moñino, bajo el título de Cuatro estaciones del año, en esas publicaciones que la editorial distribuía como obsequio a sus clientes en la época del boom de las ediciones de bibliófilo en España.

Profesionalmente, fue un hombre que progresó de forma extraordinaria. Nace el año 1900 en San Román, pero la familia, agricultores del interior de Galicia, formada por Manuel López Toirán y Flora Balboa, con sus cuatro hijos, termina por trasladarse al pueblo cercano de Santa María de Mao, en el municipio lucense de Incio. Realiza estudios eclesiásticos en el seminario del monasterio benedictino de Samos y, próximo a finalizar la carrera eclesiástica, cambia de rumbo y se traslada a Madrid a casa de su hermana mayor para preparar en la Academia Reus, en la Puerta del Sol, las oposiciones al Ministerio de Estado. Es en 1926 cuando ingresa con el número uno en este ministerio. Entre este año y 1930 consigue varios ascensos. Basándose en su expediente y en el dominio de varios idiomas, solicita en 1931 una plaza de Correo de Gabinete de Madrid a Viena, alegando que era un puesto que estaba siendo ocupado por un colaborador de ABC, que era funcionario de otro Ministerio. En 1933 consigue que Ramón María Tenreiro, diputado por La Coruña, escritor y editor, envíe al Ministerio una carta avalando su solicitud para que se le conceda una plaza en la valija diplomática, puesto al que termina accediendo en 1934, para desempeñar funciones entre el Ministerio y la Embajada de España en Roma. De 1934 a 1942 realiza numerosos trabajos de correo diplomático entre Madrid y otras ciudades europeas: París, Berlín, Berna, Roma, Santa Sede y Génova, donde conoce a la que sería su esposa. En 1942 contrae matrimonio con la genovesa, de origen napolitano, Josefina Bottiglieri Morigi. Con su regreso a España ese mismo año, López Balboa va introduciéndose cada vez más en el mundo de los negocios. Se dedica a la compraventa de solares y explota en Valdemoro una finca agrícola de su propiedad, conocida como “Ermita de Santiago”, dedicada a cereales, regadío y ganadería. Dice Barbazán que en la mejora de estos terrenos, que superaban las cien hectáreas, invirtió más de dos millones de pesetas, todo financiado, principalmente, con las ventas de sus libros. La finca, convertida actualmente en polígono industrial, fue vendida por sus herederos a comienzos de los años setenta.

Creemos que fue su dedicación a los negocios, así como el descontento por su nueva situación administrativa en el Ministerio de Asuntos Exteriores, lo que motivó que en 1944 se originara un conflicto con las altas instancias del ministerio. Al final, terminó por recomponer sus relaciones con el cuerpo diplomático y recibió, entre 1947 y 1951, varios ascensos. El 17 de junio de 1952, inminente ya su grave enfermedad, se le reconocía el pase a la situación de derechos pasivos. 
Aunque no sabemos si mantuvieron relación alguna con respecto al mundo del libro, en el ministerio coincidió con otros dos diplomáticos y bibliófilos, Francisco Hueso Rolland —consocio suyo en la ABB— y Luis Soler Puchol, secretario de embajada, que consideraba a nuestro biografiado como un excelente funcionario.

Dotado de un poderoso sentido comercial para el libro, adquirió verdaderas piezas de museo. Fue coleccionista y bibliófilo, pero sobre todo fue un inversor en libros. Nadie como él supo rentabilizar en la época los libros adquiridos en un periodo de tiempo tan breve. Realizaba muchas de sus compras en sus numerosas visitas a la librería de la calle Desengaño, la de su paisano Eugenio García Rico, entonces ya dirigida por el yerno del librero, Manuel Ontañón Cano. Es probable que durante la década de los cuarenta también fuese cliente de las otras dos librerías madrileñas de prestidio: la Librería del Callejón y la de Luis Bardón. A su amigo Julián Barbazán, más que comprarle, le vendía libros. Con este bibliófilo el librero hizo la excepción de vender sus ejemplares a comisión, y en más de una ocasión actuó de intermediario entre libreros o particulares para proveer de piezas singulares al diplomático. Pero además, sus destinos como funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores le permitieron comprar en numerosas librerías europeas, especialmente en las de París, donde adquirió importantes obras de bibliografía. Cuenta el librero de la antigua calle Ceres que las obras más destacadas de bibliografía puestas a la venta en su catálogo número 26 —que fueron en su gran mayoría a parar a la Biblioteca Nacional— eran propiedad del bibliófilo.

Una cláusula del testamento del diplomático, que falleció joven, establecía que fuese Julián Barbazán el encargado de vender la biblioteca, cuyos fondos calculó el librero en unos 4.000 volúmenes. El inventario fue realizado por el librero ayudado por su hijo Julián Barbazán Pérez. Tras un acuerdo con sus herederos, y en el mejor estilo seguido en las ventas de las bibliotecas importantes de Francia, el fondo de libros de su biblioteca fue puesto a la venta por la librería a través de un catálogo exclusivo y confeccionado expresamente para esta operación. Corría el año 1953 cuando se distribuyó este Catálogo de libros antiguos, raros y curiosos procedentes de la biblioteca de D. José M. López Balboa. 
El catálogo, que era el número 31 de los publicados por el establecimiento de la calle de los Libreros, contenía registros excelentes, que detallaban el estado de conservación y cotejaban los ejemplares del bibliófilo con la información ofrecida en los repertorios bibliográficos clásicos. Entre los 543 títulos que ofertaba en sus páginas estaban algunas de sus ediciones nominadas de la ABB y las enviadas gratuitamente por sus consocios, así como algunas otras salidas de Castalia, y las de Rodríguez Moñino —con quien estaba muy relacionado—, que le reservaba siempre los primeros ejemplares de la tirada. Algunos de los títulos de la ABB y de sus socios estaban tasados en precios bastante elevados para la época: El capitán Veneno, de Pedro Antonio de Alarcón, y el Cantar de los cantares, de Fray Luis de León, ilustrado por José Segrelles, salían a la venta en 1.500 pesetas cada uno. Algunos de estos ejemplares, con el número 43 de suscriptor, se encuentran en la colección de un socio actual de la ABB.

Pero su biblioteca estaba integrada principalmente por libros de América —sobre temas de América o impresos en América— y por obras de bibliografía. Una parte importante de los títulos que se describían en el catálogo tienen en el mercado actual de librería un precio que supera los 1.000 euros. Y hay algunos otros que multiplican varias veces estas cantidades. Es el caso de las siguientes obras referidas a la historia de América, que era el tema en que estaba especializado del bibliófilo: 
Tratados históricos, políticos, éthicos, y religiosos de la Monarquía de China. Descripción breve de aquel Imperio (Madrid, Imprenta Real, 1676), de Domingo Fernández Navarrete (hasta hace poco, estaba en venta algún ejemplar en un precio próximo a los 12.000 euros).
The birds of America, from drawings made in the United States and their territories (New York, 1870), de John James Audubon; este conjunto de 8 volúmenes, que salía en 4.000 pesetas en el catálogo de Barbazán, supera actualmente los 30.000 euros en una librería de Estados Unidos. 
‎Voyage à Surinam. Description des possessions néerlandaises dans la Guyane (Bruxelles, Société des Beaux-Arts, 1839), de Pierre-Jacques Benoit ; en venta, también, en varias librerías de Europa y América con un precio que oscila entre 3.000 y 5.000 euros.

Apasionado por todo lo referido a la bibliografía de América, el bibliófilo tenía cuatro ejemplares de Cartas de Indias, libro editado en 1877 por el Ministerio de Fomento e impreso por Manuel Ginés Hernández, impresor aragonés que tenía establecimiento en la calle de la Libertad. Todos eran ejemplares especiales, tirados en papel vitela y papel verjurado, con encuadernaciones románticas; uno de ellos era el nominado para el propio impresor. Julián Barbazán dice que el bibliófilo había adquirido todos estos ejemplares en la librería de García Rico. López Balboa hizo buenos algunos de los tópicos que circulan sobre los bibliófilos: en su biblioteca había títulos duplicados, y hasta cuadruplicados. Si bien, es cierto que cuando adquiría un título que ya tenía en su colección, era siempre porque estaba en mejores condiciones de conservación o porque contenía alguna característica especial. El librero y bibliógrafo madrileño relata en sus memorias algunas de estas anécdotas.

El conjunto de mayor valor económico ofrecido en el catálogo es la serie de Leyes de Indias, editadas en Madrid en 1575 y 1585, ninguna de las cuales está catalogada en la Biblioteca Nacional de España. Tres volúmenes se encuentran en los fondos de la Universidad de Salamanca, ejemplares que proceden del Colegio Real de la Compañía de Jesús; y dos, en la Universidad de La Laguna. En el catálogo se encontraban tasados en 17.000 pesetas del año 1953.
In hoc volumine hec continentur. De imperio militantis Ecclesiae libri quattuor (Impressum Mediolani, apud Gotardum Ponticum, 1517), de Isidoro de Isolanis; hay un ejemplar de este título en la Biblioteca de Florencia, pero tampoco se encuentra catalogado entre los fondos de la Biblioteca Nacional de España.

En el catálogo de venta hay títulos muy apreciados entre los especialistas de hoy y de ayer en el libro antiguo: Conquista de las Indias Malucas (Madrid, Alonso Martín, 1609), de Bartolomé Leonardo de Argensola; Relación histórica del viage a la América Meridional hecho de orden de Su Magestad…, de Jorge Juan y Antonio de Ulloa (Madrid, Antonio Marín, 1748). En su colección hay pragmáticas, ejecutorias, relaciones, reglamentos… El bibliófilo cultivó también el coleccionismo de fotografías y de documentos: entre estos últimos, hay que destacar el manuscrito original y autógrafo de uno de los Tratados, de Fray Bartolomé de las Casas. Se cita una colección de fotografías de personajes políticos y militares que participaron en la historia de México. Las fotografías, tomadas hacia 1860, iban acompañadas de una breve noticia biográfica. También era importante una colección de la que habla Barbazán en sus memorias: un conjunto de pasaportes, entre los que se encontraba el de Simón Bolívar.

Su afición a los libros, sus viajes al extranjero, las numerosas compras en librerías importantes, las operaciones de trastienda con libreros y particulares madrileños, y la consulta de los catálogos del librero londinense Magg Bros y de otras importantes librerías europeas, le convirtieron en un experto bibliógrafo. Como tal, lo encontramos en la introducción para una edición de El Enbaxador, de Juan Antonio de Vera y Zúñiga, facsímil publicado en 1947 en la “Colección CD” (Cuerpo Diplomático), creada por el propio bibliófilo. Con esta publicación, José Manuel López Balboa se introdujo en el mundo de la edición. En el prólogo daba a conocer su proyecto editorial, que incluía otros títulos de tema diplomático, programa que no llegó a desarrollar. El libro no fue ningún éxito comercial, como sucedía frecuentemente con este tipo de publicaciones, y muchos de los ejemplares estuvieron rodando durante varios años por la casa del bibliófilo.

En El Enbaxador aparece otra de las vertientes de José Manuel López Balboa relacionada con el libro: la de empresario de imprenta; la obra fue impresa por Artes Gráficas Argés, casa fundada por el bibliófilo, asociado con Jesús Gironés Almansa, que desempeñaba la función de gerente. Fue este uno de los primeros libros salidos de su imprenta, pero despues vendrían otros en los que quedaba clara la relación de López Balboa con la bibliofilia. En esta imprenta, incluso después del fallecimiento del bibliófilo, siguieron imprimiéndose algunos de los catálogos de las mejores librerías anticuarias de Madrid: Librería El Callejón, Luis Bardón y Julián Barbazán, así como otros títulos de la Unión de Bibliófilos Taurinos y algunas obras editadas por la Dirección General de Relaciones Culturales, del Ministerio de Asuntos Exteriores. De sus prensas salieron, también, bastantes títulos de la colección “Adonais”, de la editorial Rialp. La imprenta estaba instalada, probablemente desde 1947, en las antiguas caballerizas del palacete comprado por el bibliófilo, en un edificio contiguo de planta baja que actualmente está ocupado por la casa número 31 de la calle de Juan Álvarez Mendizábal. A su fallecimiento se liquidó la sociedad, que fue adquirida por el gerente.

El bibliófilo era dueño de un palacete —por esos años este tipo de edificios eran conocidos como “hotelitos”— en el número 15 de la calle de Evaristo San Miguel. La familia vivía en el primer piso y la biblioteca se encontraba en el entresuelo, en una estancia ocupada por dos ventanales que dan a la calle de Juan Álvarez Mendizábal. La casa, que conserva actualmente la fachada por ser edificio protegido, manteniendo el mismo número 15, fue vendida por sus herederos en 1955.

Su biblioteca era el modelo característico de la biblioteca de un bibliófilo: coleccionismo, libros raros, encuadernaciones, bibliografía y catálogos, tipografía e imprenta, ediciones limitadas, libros de geografía, cartografía y viajes, documentos manuscritos, incunables… Reproduce los gustos de siempre de todo bibliófilo, con temas que siguen estando actualmente entre los más demandados en las librerías y casas de subastas. De la importancia de este bibliófilo habla el hecho de que el librero Barbazán le dedica en sus memorias un espacio similar al destinado a bibliófilos de la talla de José Lázaro Galdiano, Vicente Castañeda, Gregorio Marañón o Félix Boix.

Siempre con camisas de seda y zapatos comprados en Londres, José Manuel López Balboa pasaba por ser una de las personas más elegantes del ministerio, y las fotos de su expediente personal no lo desmienten. Hombre extremadamente serio, poco efusivo, de gran firmeza y personalidad, poco amante de las convenciones, a José Manuel López Balboa sus hijos lo recuerdan siempre leyendo en el salón junto a la galería central que da a la calle de Evaristo San Miguel. En esos años sus lecturas más frecuentes eran los libros técnicos de agricultura y muchas revistas extranjeras, LifeParis Macht…, conseguidas a través del ministerio. El bibliófilo era un consumado políglota, como demuestra la calidad de las traducciones realizadas en los exámenes en siete idiomas, que se conservan en su expediente personal del ministerio. Su aprendizaje fue autodidacta, a golpe de diccionario y de gramática, libros con numerosos subrayados que el bibliófilo guardó durante bastantes años en su casa.

Aficionado también al Rastro madrileño y a las tiendas de anticuario, en su casa había muebles antiguos, vajillas y algunos cuadros de firmas italianas y francesas de las primeras décadas del siglo XX, que el bibliófilo había adquirido en sus viajes por Europa.

Este diplomático y bibliófilo, que durante su corta enfermedad fue atendido por el doctor Gregorio Marañón, falleció en su casa el 26 de septiembre de 1952 tras una breve estancia operatoria en la Clínica La Milagrosa. En su matrimonio con Josefina Bottiglieri Morigi tuvo dos hijos, José Manuel y Jorge Juan. José Manuel Bottiglieri López —que invirtió el orden de sus apellidos para que sus descendientes conserven el origen italiano— entró a trabajar en Santillana el año 1975 y fue nombrado director general de Crisol en 1984, función que desempeñó hasta el año 2000. Jorge Juan López Bottiglieri también estuvo vinculado al mundo editorial a través de Santillana y de Magisterio Español.

José Manuel López Balboa —que se encontraba también entre los suscriptores de ALAL (Asociación de Libreros y Amigos del Libro)— fue uno de los primeros cincuenta socios fundadores de la Asociación de Bibliófilos de Barcelona. Tuvo asignado, hasta el 29 de diciembre de 1947, el número 43. Su baja voluntaria fue cubierta por el industrial y editor Juan Bautista Cendrós Carbonell. El socio actual con este número (43.3.) es Carles Colomer Casellas. 
 

Fuentes y bibliografía:

  • Conversaciones con José Manuel Bottiglieri López y Jorge Juan López Bottiglieri, hijos del bibliófilo.
  • Expediente personal de D. José Manuel López Balboa. Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación. Signatura PG-860. Expediente número 36.706.
  • Barbazán Beneit, Julián: Recuerdos de un librero anticuario madrileño (1897-1969). Madrid, Sucs. de J. Sánchez Ocaña, 1970.
  • Catálogo de libros antiguos, raros y curiosos procedentes de la biblioteca de D. José M. López Balboa. Madrid, Julián Barbazán Librero, 1953.
  • Carreira, Antonio: “Luis Martín de la Plaza, o el manierismo en Antequera”, Analecta Malacitana, XX, 1, 1997, págs. 291-306.
  • Puig Rovira, Francesc X.: “Els membres de l’Associació de Bibliòfils de Barcelona. Relació històrica”, Anuario de la Asociación de Bibliófilos de Barcelona. 2009-2010. Barcelona, 2011.