las signaturas servían para ordenar correctamente la secuencia de cuadernos. Para ello, se recurría a identificar cada cuadernillo con un signo propio. Lo más habitual fue servirse de las veintitrés letras del alfabeto. Para diferenciar y ordenar las hojas que formaban un cuaderno, se usaron normalmente números romanos o arábigos.

Sistema de ordenación heredado de la tradición manuscrita, su empleo se mantuvo con la llegada de la imprenta. Al principio, las signaturas se anotaban manualmente en la esquina inferior derecha de la hoja y luego se guillotinaban al encuadernar el libro. Posteriormente, se compusieron con tipos móviles. El primero que lo hizo fue Johann Koelhoff de Colonia.  Esta práctica pronto se extendió por Alemania. En Italia aparecieron más tarde.
El objetivo de ordenación se alcanzaba solo con poner una signatura en cada pliego visible, únicamente, en la primera mitad de cada cuaderno. En algunos ejemplares de formato cuarto, encontramos las signaturas en las hojas impares porque se trata de cuadernos conjugados. 
Cuando las veintitres letras del alfabeto resultaban insuficientes para completar el libro, se recurría a continuar la signaturización con alfabeto en mayúsculas, o diversamente combinado (aa-zz, aaa-zzz, Aa-Zz, etc.) o con otros signos como abreviaturas y números arábigos y romanos. 

En algunas imprentas venecianas se incluyó además de la signatura regular una signatura adicional. Servía para  evitar confusiones en imprentas de gran tamaño donde se componían simultáneamente varias obras y con tiradas altas. Esta signatura adicional, diferenciaba los cuadernillos de las distintas obras en curso.